Recordando
la manera como los ídolos provenientes del ámbito musical
habían marcado nuestro imaginario, afirmaba que fuimos nosotros
—quizás con la ingenuidad que nos permitía la distancia
del origen— quienes nos atrevimos a pensar que era posible hacer realidad
los mensajes utópicos de esas canciones; algunos de la mano del
movimiento estudiantil, otros desde su propia marginalidad. Fue muy vibrante
desenterrar las emociones que nos produjeron en su momento hechos tan
importantes como el asesinato de Salvador Allende o la muerte de Pablo
Neruda. Y reconocer que, definitivamente, nos marcó mucho más
la revolución sandinista que la cubana o que la represión
y la guerra en las calles sirvieron de trasfondo a nuestros sueños
de adolescentes o que nuestra búsqueda oscilaba entre la referencia
a modelos revolucionarios y la atención que prestábamos
a las distintas manifestaciones del arte. ¿Tendría mi proyecto esa misma carga de ingenuidad que había caracterizado las acciones de toda esa generación y que Fajardo denunciaba ahora en su ensayo? ¿Estaría condenado, por lo tanto, a su mismo destino?... |