Escribo este informe, minutos antes de viajar a mi nueva sede, no para que quede registro, no para alimentar mi memoria después, sino para entregarlo a Aníbal y Angelita (a esos nuevos Aníbal y Angelita que vendrán a visitarme dentro de poco) a esos muchachos que se sentarán en la endeble silla que me han de asignar y que permanecerán azorados en su primera visita, pero que, como debe suceder, se convertirán pronto en mis aliados, en los puentes que mi obra necesita aún con la realidad exterior.

 

 

 

 

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