Tres encuentros inesperados e involuntarios definieron entonces el rumbo del proyecto. Harto ya de buscar en esa "realidad" que se resistía a mostrar su verdadera cara y me enredaba con sus incomprensibles señales, cansado de escarbar en la "historia" de esa época que yo creía "maravillosa", de comprobar que todo se había esfumado con el tiempo, que las huellas no podían revivir por sí solas la esperanza que andaba buscando, que las posibilidades de una "acción" estaban reducidas de hecho al anacronismo, descubrí de pronto que no debía seguir adelante; al menos en la dirección que había escogido. Sí, tal vez esa conciencia era la misma del fracaso, y es cierto (parece ya interminable esta cadena), pero todo depende de la perspectiva desde donde se mire. Y eso, un cambio de perspectiva, fue lo que descubrí gracias a esos últimos "contactos" con la realidad; tal vez porque me hice consciente de que el revés de mi búsqueda estaba prefigurado por la forma misma como la había emprendido, por el objetivo y las expectativas que le había asignado, pero sobre todo por mi propia resistencia, por esa obsesión de encasillar mis reivindicaciones a la paranoica posibilidad de transformar el mundo y su realidad. ¿Tenía sentido seguir apostando a ese "principio de realidad" en este mundo de la imagología, de la información generalizada y del consumo de masas, capaz de integrar todo, incluso la más recalcitrante crítica?

No ha sido fácil, no: aceptar que ya no se puede "hacer" nada, que cualquier intento por transformar el mundo culmina en esta sensación de habitar en medio de una confabulación, ha sido muy penoso para mí. Pero eso que he sufrido como una pérdida de (y en) la realidad me ha servido para reconocer otras posibilidades: ¿es de veras una pérdida? ¿No podría pensarse que la emancipación, la autenticidad de la existencia humana, puede realizarse como liberación de esa resistencia que la "realidad" siempre ha impuesto al hombre y sus proyectos? En lugar de comprometerse neuróticamente con esa recuperación forzada de la realidad ¿no sería mejor optar por seguir y llevar hasta las últimas consecuencias la fabulación, el principio mismo de  ilusión?

 

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