Esta vez, el hombre de la bata no pudo ayudarme... Parecía increíble que siendo él el único que, al parecer, controlaba la entrada o salida de personas al pabellón, no se hubiera enterado de la visita. Le ofrecí algunos indicios, ya que no pruebas, pero se mostró indiferente. Entonces recordé el incidente de mi primer día, esa especie de desdoblamiento que me había permitido abandonar mi habitación y explorar el pabellón y la sede sin que yo en realidad hubiera salido. Comprendí dos cosas: que los muchachos volverían con frecuencia al pabellón, y se encargarían de hacer puente entre mi aislamiento y la realidad exterior, y que el hombre de la bata y yo habitábamos dos niveles de la realidad completamente distintos. En el suyo, no se podían percibir las imágenes (quizás fantasmagóricas para él, como trató de insinuarme ante las evidencias que le expuse) que yo lograba avistar. Tuve, también, por primera vez, una clara intuición de mis funciones en este sitio.

 

 

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