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Federico
y la escritura
Siempre soñó
ser como aquel escritor argentino, inicialmente dedicado al atractivo
(pero no siempre noble) género policiaco, quien embelesado
por el puro placer y poder de la escritura llegó a tener
tan altos vuelos técnicos que podía escribir prácticamente
cualquier cosa que se le ocurriese, le contaran, oyera por casualidad,
le impusieran como estrategia para una mayor venta de sus libros,
imaginase como regalo en el día de los novios, etc., etc.,
etc. Pero que un día, un buendía, como esos que a
veces se le aparecen a Federico, le dio por cumplir (¡oh soberbio!)
el reto que los amigos de su círculo le propusieran: ir y
untarse de la realidad de los bajos fondos que él, de manera
desteñida y afeminada, describía en sus libros sobre
crímenes; libros descaradamente cristhenses, chestertonianos
o...
Todos conocen
la fecha de la última estadía en su casa, en su barrio,
en su club. Pero nadie más lo volvió a ver por esos
lados. Cada quien se pregunta ahora, incluyendo a Federico, qué
pudo haber sucedido entre aquel lejano día en que, para satisfacer
un impulso de soberbia, se largó al arrabal a untarse de
realidad y aquel otro, más cercano —en verdad siempre presente—
en que fue arrestado y luego desaparecido por las autoridades, por
estar repartiendo bellos panfletos de denuncia frente al palacio
presidencial.
A veces Federico
sueña con ese espacio de tiempo muerto (para los otros) que
debió, sin embargo, ser tan intensamente vivo para el escritor....
y se imagina una hermosa novela....
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