Federico y la mitología

No sólo usó el pelo largo y la bota-campana y los zapatos de tacón; no sólo compró toda la música de los Beatles y de los Rolling Stones y la de Led Zepelin y el rock instrumental después; no sólo probó la marihuana, sino que creyó ver en esos signos el advenimiento de un nuevo mundo, de un nuevo hombre.

No sólo confió en el "student power", sino que se comprometió con él y se hizo romper el brazo lanzando piedra en las manifestaciones y construyó barricadas y se encapuchó para incendiar buses. No sólo amó desesperadamente a la peladita que, como él, era capaz de hacer lo mismo; sino que creyó ver en esos actos la posibilidad de un nuevo hombre, un nuevo mundo.

No sólo se fue p'al monte el día que el gobierno promulgó su temerario estatuto de seguridad, sino que comió mierda y aprendió a usar el M-15 y respetó con estoicismo una jerarquía tan dura que la vida en familia (por donde todo comenzó) resultaba un juego de niños. No sólo estuvo listo para el asalto (hasta el día que supo de la muerte de su amigo), sino que creyó ver en ese compromiso el advenimiento de un nuevo mundo, un nuevo hombre.

No sólo habló de arte y de dialéctica, de Hegel y de Heidegger, de antropología y estructuralismo, de teoría y de práxis. No sólo escribió artículos y ensayos y dictó clases magistrales en alguna clase de humanística, sino que creyó ver en esta salida el arribo de un nuevo hombre, un nuevo mundo.

Uno tras otro, sus mitos se derrumbaron. Pero de esa experiencia, Federico saca en limpio que no importan los mitos, sino el mito, que no importan las apariencias de valor, sino el valor... y ahora está sin mitos, su nuevo mito.

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