Federico y la guerra sucia

La historia ocurre por los tiempos en que ya Federico había abandonado sus tímidas aventuras en el monte (hacía unos meses que había desertado al conocer la muerte de su amigo), pues ahora andaba por estos otros rumbos, tomando cursos de música en el conservatorio, probando otros caminos, convencido del necesario lapso de lucidez que debía seguir a tanta acción y despelote.

Después de una clase de folklore, en uno de los corredores del conservatorio, varios alumnos, entre ellos Federico, siguen al maestro, le hacen preguntas, éste les contesta, medio en serio, medio en broma, espíritu sencillo a pesar de su ascendencia que todos aquí conocen, porque ser el sobrino de un expresidente, así fuera de la década del veinte y hasta militar, no es un hecho que pueda pasar desapercibido, aunque sorprenda un poco, eso sí, la mínima importancia que él mismo le da al asunto y el que se haya mostrado siempre libre de todo compromiso ancestral y más bien atento a los nuevos vientos de ruptura y no pocas veces haya renegado de su origen y haya alentado a sus jóvenes alumnos a cultivar en sus mentes las ideas nuevas.

La conversación es amena, interesante, divertida, como siempre, así que el maestro les pide a sus alumnos que lo esperen mientras contesta la llamada que, según el afanado y nervioso portero del edificio, es muy urgente. Al cabo de unos minutos, el maestro regresa, cabizbajo, envejecido, triste y se sienta en la banca que mira hacia la fuente de la entrada.

Sus alumnos lo rodean, lo interrogan con delicadeza y él les comunica: "Más de uno de vosotros conoce cuál ha sido el destino de varios sobrinos míos en esta guerra sucia que vivimos. Juro que no tengo nada que ver con sus destinos, pero no niego la posible influencia que haya tenido sobre ellos, sobre mis amados y jóvenes sobrinos. No sólo no la niego, sino que la declaro con orgullo, con honestidad, incluso con esperanza. Pero cuando un hombre tan soberbio como el General, amigo de familia, viejo conocido, discípulo también, me llama para anunciarme que debo ir a recoger a mi último sobrino guerrillero en la morgue, no puedo menos que preguntar qué es lo que he hecho, qué clase de monstruo soy, o qué clase de monstruo tenemos, o qué clase de monstruos he creado. Sólo he podido contestarle ahora:  «Cómaselo si quiere mi General»".

 
 

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