Federico
y la inteligentzia
Iridiscente
y extremista, no había que sorprenderse porque, tras sus
continuos fracasos, Federico corriera a refugiarse a esa caverna
oscura y mal oliente que en la entrada tiene escrito el imperativo:
NO ENTRES AQUI SI NO PRACTICAS LA INTELIGENCIA.
Así
es como lo vemos moviéndose finalmente como pez en el agua
en medio de catedráticos, conferencistas, científicos,
investigadores, escritores, periodistas, promotores, críticos,
animales raros que suelen comentar en los cócteles de final
de curso (seminario, simposio, taller o reunión internacional)
que han adquirido el último modelo de computador personal
con el más sofisticado software, y alardean de su capacidad
para manejar todos los signos de la modernidad científico-técnica,
mientras en su casa tratan a sus hijos a las patadas y viven según
las costumbres del medievo. Al fin y al cabo el fascismo es también
producto de los tiempos modernos, como lo son el televisor y la
motocicleta, el avión o la licuadora y esa extraña
forma de medir al hombre según lo que publica.
PUBLICAR. Ese
si que ha sido un dolor de cabeza para Federico. Por publicar lo
he visto comer mierda, pedir cacao y a punto de vender su alma al
diablo. ¡Porque publicar es existir! Imagínense las
consecuencias de ese maligno sofisma:
SOLO ES HOMBRE
QUIEN POSEE EL DON DE LA INTELIGENCIA
SOLO ES INTELIGENTE QUIEN PUBLICA
POR TANTO:
SOLO MERECE EXISTIR QUIEN PUBLICA
La red está
lista: fina, sutil, hecha de un encordado terrible, precisa.
Pobre de Federico cuando cayó en las redes de la inteligentzia,
esa caseta de hombres que en nuestros pobres países no pasa
de ser una partida de fracasados y onanistas.
Pero —como
todo— aun ahí, donde menos se espera, hay hombres y mujeres
de la clarividencia. Aun en esa caverna hay gente capaz de encontrar
la salida.
Y Federico
los conoce y con ellos, con algunos de ellos, lo vemos imaginando
la utopía
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