«Sexta jugada: here comes a cup. El fenómeno droga. Ahí viene el elixir. La expansión del uso de las drogas fue una de la fichas claves de la contracultura. Las imágenes del vídeo muestran escenas típicas del consumo de drogas: la reunión de grupos, los ritos y las liturgias que se movieron alrededor, pero también su comercio y su uso inescrupuloso. En los años sesenta, la droga dejó de ser un fenómeno elitista y pasó a ser un santo y seña de la juventud que había comprendido, quizás de la mano del profeta Timothy Leary, que la clave de todo estaba en abrir las puertas de la percepción. El uso extenso del LSD y la marihuana como medios para alcanzar experiencias inéditas de conocimiento e inspiración, constituyó la llamada cultura psicodélica, que convocaba alrededor de la experiencia de la droga, un modo para romper con las certezas de un mundo que ya no podía satisfacer a sus habitantes, un instrumento para recuperar otros modos de pensar-vivir el mundo: experiencias inéditas y alternativas al conocimiento que permitían llenar ese vacío espiritual tan dramáticamente reconocido en la década. El fenómeno droga fue una jugada audaz, pero, por eso, peligrosa. No sólo produjo la reacción reprimente (A Leary lo encarcelaron, la penalización se endureció, etc.), sino que su extensión produjo también su trivialización: su uso indiscriminado y desorientado, por un lado, y su comercialización criminal por otro. En un principio, mientras se mantuvo su carácter místico, la droga careció de intercambio y comercio organizados; pero una vez que se extendió y perdió su significación original, el hampa organizada se apoderó del nuevo mercado e inundó con droga dura las comunidades hippies. Más tarde, los comerciantes descubrieron y explotaron otros filones lucrativos de la contracultura. Fue el comienzo del fin»


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